lunes, 18 de mayo de 2009

CONSIDERACIONES

SOBRE LO ACTUADO
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Si conceptualizamos a la ciudad como un hecho cultural complejo, que se formaliza en el espacio a través de un proceso dinámico en el que confluyen las voluntades públicas y privadas de quienes la habitan y en la que el Estado es el encargado de pautar las regulaciones adecuadas para procurar un equilibro entre los diferentes intereses que la escena urbana congrega, comprenderemos que el contexto de los bienes inmuebles de valor patrimonial, queda sujeto a transformaciones que puede afectarlos.
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Las intervenciones en áreas de valor histórico, requieren una atención cuidada y minuciosa porque operan sobre el soporte material de las relaciones sociales que contribuyen a trazar su identidad. Cualquier omisión o decisión fallida que priorice un componente sobre otro, del complejo sistema que conforman, puede inducir a una lectura distorsionada del conjunto cuyas consecuencias sean irreversibles. Como ejemplo de esto, podemos citar la construcción del edificio Tajamar, una tipología ajena a la experiencia urbana local que en la década del setenta, sin todavía haberse generado una conciencia ambiental y patrimonial, fue autorizada, alterando para siempre la horizontalidad paisajística del embalse jesuita.
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En el rectángulo gris, la presencia agresiva de un edificio
en altura que jamás debio haber sido construido.
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Afortunadamente estas cuestiones que antes eran obviadas ahora son de trato cotidiano pero al parecer, los errores del pasado no son antecedente suficiente para impedir que la solicitud de excepción a las normativas vigentes, sea el aliado perfecto de la especulación inmobiliaria y un causal de la degradación contextual del patrimonio arquitectónico. Alcanza con un recorrido perimetral al emplazamiento del edificio que por excepción se permitió construir en el predio del ex Jockey Club, para verificar el impacto visual negativo que esta obra de dudosa calidad de diseño ha generado en el entorno. Estas contradicciones demuestran que en Alta Gracia existe oficialmente, una concepción urbana fragmentalista, en la que el resultado final del paisaje construido es producto de la yuxtaposición azarosa de intervenciones individuales, cuyas consecuencias parecerían no poder ser anticipadas. (1)
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Cuando el paisaje urbano no es valorado en su integridad, es agredido
de manera irreversible (medianeras como punto focal de una calle).
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En otro nivel, ha sido posible verificar esta imposibilidad de ver el conjunto como un resultado en el Proyecto de Unificación Espacial, que dado el impacto y la escala de la intervención debió haber sido concebido y resuelto en un concurso público, dentro de las acciones de un Plan de Gestión Integral para el Sitio, un instrumento que pueda garantizar la calidad de las acciones públicas y privadas sobre el patrimonio, desde un enfoque participativo de los diferentes actores sociales involucrados.
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Pero debido a los pormenores que rodearon al proceso de diseño: la designación apresurada y unilateral de este proyecto como el emblema de la ciudad en los festejos del bicentenario y la proximidad de esa fecha conmemorativa, es que preferimos presentar soluciones factibles para cada uno de los problemas detectados y descriptos en el análisis crítico previo.
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(1) Otro ejemplo es la aceptación de la sucursal del Banco Nación, en su lote del Paseo del Virrey (tras haber dicho que no se iba a permitir su construcción), sin exigir un concurso, sin haber estudiado de qué modo se afectará visualmente a las construcciones jesuitas.
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